sábado, 7 de septiembre de 2013

Matar a una vaca sagrada: Bob Dylan desmitificado

Dice la gente: "Ah, Robert Zimmerman. ¿Qué se puede decir de este hombre que no se haya dicho ya?". Les respondo: mucho. Un sinfín de cosas no muy positivas que, debido a su condición de figura de culto intocable, sería mal visto expresar.  "La voz de una generación". Sí, la voz de una generación perdida en ácido lisérgico. Dylan es seguramente la encarnación más descarada del "traje nuevo del emperador" dentro del mundo de la música desde hace cincuenta años..  

Si me consideras blasfemo por esto, te propongo un reto antes de que rasgues tus vestiduras: nombra diez canciones de Dylan. Tal vez lo puedas hacer (aunque lo dudo). ¿Y si te pido que cantes cinco de sus canciones COMPLETAS? A lo mucho, sabrás el estribillo de Like A Rolling Stone, o incluso Blowin’ In The Wind entera, pero nada más. Es más fácil que Carstens pase por el ojo de una aguja a que recuerdes una canción de Dylan. Y no es que esto sea algo negativo. Simplemente, no fueron concebidas con el fin de encajar dentro de lo que es categorizado como  “música pop” para tener ganchos melódicos. 

Pero, ¿qué hay de la interpretación? Pues vaya manera de cantar. El tipo tiene el dudoso honor de ser el candidato principal al galardón como "la voz masculina más horrorosa jamás registrada en los anales sonoros". Nadie como Él mismo para interpretar sus propias canciones. Lo hace con un sentimiento inigualable, con voz de borrego recién violado y, por si fuera poco, el sonido de su grupo en concierto parece emanar de un bote de basura metálico. Sus fans alegan que todo esto le da una atmósfera muy especial. Lo mejor del caso es que la mayoría de las versiones que han hecho otros artistas de sus canciones dan mejores resultados que las versiones originales. Hendrix hizo un arreglo tan espectacular para All Along The Watchtower que el mismo Dylan adoptó y ha usado en sus conciertos hasta el día de hoy; Peter Paul & Mary hicieron lo suyo con Blowin' In The Wind, y Eric Clapton transformó un mantra monótono, Knockin' On Heaven's door, en un himno, retomado años después en versión hard rock por Guns N' Roses, con resultados de proporciones épicas.

Habrá quien diga: "OK, canta muy feo y su música es mala, pero ¡es uno de los mejores poetas de la historia!". Sí, ¡cómo no! Milton, Byron, Swinburne, Symons y los poetas verdaderamente grandes de la lengua inglesa se revuelcan en su tumba cada vez que alguien dice eso. El trabajo de un poeta es significativamente diferente al de un letrista de canciones: el ritmo, la cadencia y toda la métrica en sí son completamente diferentes.

La mitad de su catálogo consiste son un conjunto de rimas patéticas que un párvulo pudo haber escrito mejor. La otra mitad es un desastroso revoltijo de figuras retóricas ininteligibles que muchos gustan de calificar como "retrato social de la época de la contracultura". Eso ni ellos mismos se lo creen, pero ni de broma se atreverían a confesar que no tienen la más mínima idea de cómo construir un significado adecuado para esas canciones. Es más mas fácil asentir con la cabeza, mirar hacia arriba y decir: "Caray...pinche Dylan. Este cuate es un genio". Y estoy de acuerdo. Hay que ser un genio para haber podido alcanzar ese estatus de semidiós y una fortuna de ocho dígitos con un espectáculo en vivo y una discografía tan netamente mediocres.

Pero los dylanitas no lo ven así. Para ellos, su sumo pontífice bien pudo haber sido el fruto de la unión utópica Browning-Rossetti o un miembro honorario del club de los rimadores. No basta con poner a Dylan en el más alto pedestal de la música popular de los últimos cincuenta años, junto a los Beatles y los Stones: hay que aceptar la proposición de que Bobby es la figura cultural más grande que ha existido desde Cristo y digno de todo el honor y gloria eternamente. Tampoco son suficientes todos los Grammys y reconocimientos similares que recibe periódicamente: lleva trece años consecutivos nominado al Nobel de Literatura. Y se quedará esperando otros veinte (o los que le resten de vida).

De nueva cuenta, retaré a la borregada dylanita para ver si continúa viendo a su desgreñado mesías en las mismas proporciones. Voy a enlistar por incisos cinco versos. Díganme, ¿cuáles son extractos de canciones del señor Zimmerman?

A. Mamma says she broke her vows in a sapphire colored ocean, the lady just don't care no more 'cause the sky is now in motion. 
B. Take me on a trip upon you magic swirlin' ship, 
     my senses have been stripped my hands can't feel to grip. 
C. Outside in the distance a wildcat did growl, 
    Two riders were approaching, the wind began to howl. 
D. Early Sunday morning I saw a young girl crying loud, 
     Lost her in the middle of the ever changing crowd. 
E. I once loved a woman, a child I'm told, 
     I gave her my heart but she wanted my soul.

Las verdaderas letras de Dylan son la B, C y E y están tomadas de sus canciones más conocidas. Las otras dos son unas rimas que improvisé al instante y son muy malas porque no he tenido ninguna clase de entrenamiento en escritura poética, además de que el inglés no es mi lengua nativa. Pero, incluso si eligieron correctamente, por honestidad intelectual deben admitir que las letras de don Roberto, letrista emérito, no tienen mayor profundidad o coherencia que las mías.

Algo risible y sujeto a discusión es que todo músico respetable clama tener influencia de Bob Dylan. No hay que tragarse ese cuento. No resulta nada fácil encontrar su influencia tangible en las letras, música o performance de prácticamente nadie, por ningún lado. Mucha gente se niega escuchar sin prejuicios, para bien o para mal. Aceptan sin cuestionar la opinión de los críticos musicales de hace más de medio siglo, que por alguna extraña e inexplicable razón, fueron hechizados por Dylan y comenzaron su proceso de canonización. 

Debo aclarar que no tengo nada personal contra Bobby.  Al parecer es un tipo humilde con buen sentido del humor y no se anda pavoneando por ahí como miembro la realeza del rock; esa chamba es de Bono. No sale en películas chafas. No adopta negritos para ser nombrado embajador UNICEF y yo creo que ni siquiera se toma en serio su estatus de "voz de una generación".  Incluso, le estoy agradecido por su influencia sobre Lennon en determinado período, y por eso resistiré la tentación de seguir rascando más y encontrarle milagritos hasta por debajo de la lengua. Probablemente su mayor influencia en la cultura popular contemporánea es haber servido para que en el guión de "Titanic", Jack Dawson le haya podido decir a Fabrizzio: "When you've got nothing, you've got nothing to lose". El pecado de aquel hombrecillo judío es ser un timador flagrante; una vaca sagrada mientras su imagen permanezca en la memoria de la gente. Esa es su condena. 

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Si te agrada la música de cantautor en inglés, ahí están Neil Young, Joan Baez, Simon & Garfunkel, Tim Buckley, Carole King, Carly Simon, Nick Drake, Gordon Lightfoot, Rickie Lee Jones, Tom Waits, Leonard Cohen, Laura Nyro, Donovan, Marianne Faithfull, Al Stewart, Karla Bonoff, Van Morrison, Boz Scaggs, Harry Chapin, Roy Harper, Patty Griffin, Eddie Rabbitt, Joe South, Tom Rush, Robert Palmer, Gene Clark, Janis Ian, Emmylou Harris, Andrew Gold, Barbara Dane, Eric Andersen, Bob Lind, y por encima de todos, Joni Mitchell, la más grande cantautora de la segunda mitad del siglo XX. En lo personal, estoy familiarizado principalmente con los artistas de habla francesa, portuguesa e italiana, pero los hay de talla internacional en casi todas las lenguas, cuenten con el reconocimiento crítico, o no. Si eres hispanohablante, hazte un favor y escucha a los cantautores y trovadores de nuestra lengua si es que no lo has hecho. Escucha a Serrat. A Óscar Chávez, o a Silvio Rodríguez. A Víctor Jara o a Violeta Parra. Caramba, ¡escucha a Chava Flores!


Fernando Guízar Pimentel